El cerebro Límbico: dónde se localizan las emociones. La agmídala.

El cerebro límbico es la fuente de nuestras emociones. Conocido también como cerebro visceral, porque gobierna a través de sus conexiones con el sistema nervioso autónomo todos los órganos del cuerpo; y como cerebro emocional, porque domina las emociones. Es un filtro que actúa  selectivamente, informando de las experiencias agradables o desagradables. Cuando entra la información el cerebro límbico la revisa; si considera que el organismo va a sufrir la reprime, si ésta es placentera la envía al córtex para que dé la orden de actuar. No se expresa verbalmente, pero excita la expresión verbal del córtex. Además, está implicado en los procesos de la memoria y en la relación del organismo con su ambiente.

Su función esencial es la supervivencia mediante la socialización o adaptación al entorno social. Es la sede de:

- los mecanismos de transmisión e interacción social que intervienen a lo largo de la vida del ser humano  como la empatía, estatuto social, integración al grupo, convicciones y creencias, sentimientos de seguridad e inseguridad, autoestima.

-los mecanismos de motivación, placer, disgusto, castigo, recompensa, éxito,  fracaso, interés.

- almacena los recuerdos, permitiendo la adquisición de experiencia y logra el conocimiento por la imagen.

Las estructuras que conforman el cerebro límbico son: el tálamo, que está comprometido con el afecto; la amígdala, que se asocia con la agresión oral; el hipotálamo, asociado con el placer y el  dolor; los bulbos olfatorios, asociados con los olores y la respiración; la región septal, se relaciona con la sexualidad y el afecto; el hipocampo, comprometido con la memoria a largo plazo.

Pero es en la amígdala donde se encuentra la sede neurológica de la emoción. Ante cualquier emoción el estímulo es procesado por la amígdala, pero también es analizado en el proceso del pensamiento, activando los lóbulos frontales, que es donde reside la conciencia de uno mismo (Damasio, 1994). A las emociones no les corresponde un único sistema del cerebro sino múltiples sistemas que ligan entre sí procesos cerebrales y corporales. Así lo demuestra el hecho de que al principio de una relación amorosa, el corazón nos late de prisa cuando oímos por teléfono la voz de la persona amada y sentimos un cosquilleo en el estómago cuando nos disponemos a encontrarnos con ella. Por eso, para que una persona sienta realmente el amor tiene que producirse la conjunción del cerebro reptílico (acompañar), del límbico (afectar) y del neocórtex (reconocer).

Gracias a la amígdala podemos escapar de situaciones que ponen en riesgo nuestra supervivencia; pero también tiene una parte negativa ya que es la que permite que nuestros miedos más profundos y nuestros traumas infantiles salgan a la luz. La amígdala nos ayuda a buscar la estrategia necesaria para solventar una situación de estrés, miedo o peligro y nos da una visión equilibrada de lo que sucede a nuestro alrededor. En definitiva, es la parte del cerebro que permite que no nos dejemos llevar por el pánico y la ansiedad.

La amígdala tiene una gran importancia en el procesamiento emocional, en la anatomía de las emociones. Este núcleo cerebral juega un papel central en las reacciones emocionales básicas. Se sitúa al lado de cada hipocampo: hay una en cada hemisferio. Esta zona está relacionada con la respuesta emocional aprendida por lo que es una de las zonas involucradas en el aprendizaje emocional.

La amígdala es el principal núcleo cerebral relacionado e implicado en las respuestas de miedo, tanto innatas como aprendidas.

Qué son las emociones.

Según un estudio realizado por Anna María Fernández Poncela, ANTROPOLOGÍA DE LAS EMOCIONES Y TEORÍA DE LOS SENTIMIENTOS:

“Las emociones son básicamente procesos físicos y mentales, neurofisiológicos y bioquímicos, psicológicos y culturales, básicos y complejos. Se acompañan con agitación física a través del sistema nervioso central. Mueven, dan o quitan ánimo (Figueroa, 2010). Los sentimientos son las emociones culturalmente codificadas, personalmente nombradas y que duran en el tiempo.

Desde el punto de vista de la antropología, las emociones son adaptativas y se originan desde fuentes neuroquímicas, fisiológicas, biopsicológicas y cognitivas (Izard cit. Greenberg y Paivio, 2007).  Se sienten de forma diferente según la persona en cuestión, las circunstancias y el patrón sociocultural socialmente aprendido (Luna Zamora, 2000; 2002). Podemos afirmar que: «Detrás de toda sensación y sentimiento de desagrado hay una necesidad insatisfecha, detrás de toda sensación y sentimiento agradable hay una necesidad recién satisfecha o en proceso de satisfacerse» (Muñoz Polit, 2006:2).

Lazarus sostiene que sirven para una primera evaluación en el sentido de ver si la situación es agradable o desagradable, beneficiosa o perjudicial, y una segunda que juzga la capacidad de enfrentarnos con ella (cit. Damasio, 2006). Lo que parece claro es que apuntan hacia «los acontecimientos  que  son  significativos  para  el  individuo  y  en motivar  los  comportamientos que permitan manejarlos» (Filliozat, 2007:30). Establecen metas prioritarias, organizan para la acción (Fridja cit. Greenberg y Paivio, 2007). Son estructuras o procesos que guían nuestras vidas, informan (Heller, 1989), comunican, motivan e invitan, como decimos, a la acción para la satisfacción de necesidades. Son totalmente funcionales, aunque pueden resultar lo contrario si su supuesta función es bloqueada o desviada por ideas o pautas disfuncionales (Muñoz Polit, 2009). También es verdad que pueden ser medios de control social como vemos para el caso de la vergüenza y la culpa (Elster, 2002), o el miedo (Robin, 2009) o en el desarrollo del proceso civilizatorio también (Elias, 2009).

Carlos Castilla del Pino (2005) considera que son estados del sujeto o del yo. Así pensamos ( continúa el informe) desde una perspectiva gestáltica que todo se da en relación y co-creación entre sujeto y medio ambiente y en el presente, al margen que sean recuerdos o fantasías. Y es que se trata de un fenómeno físico y mental con una gran implicación en las relaciones interpersonales (Ulich, 1982), esto es sumamente importante y no hay que perderlo de vista en cualquier estudio que sobre el mundo emocional realicemos hay que verlo desde la interacción social.

Para la biología, las emociones suponen un complejo proceso hormonal, fisiológico e incluso muscular que sirve para establecer y asentar la vida en sociedad. Para la psicología, simplificando, las emociones suponen el impulso básico de la mente consciente además de una fuente de patologías diversas si han sido mal socializadas... Desde la antropología, las emociones deben entenderse como el campo básico sobre el cual se crea la red de conexiones y prácticas sociales que devienen en sistemas y contenidos culturales”.

Análisis psicológico de las emociones

El análisis psicológico de las emociones tiene poco más de cien años de historia. La expresión de las emociones en los animales y el hombre, de Darwin (1872), y ¿Qué es una emoción?, de William James (1884), son los primeros estudios de las emociones que utilizaron metodología científica.

Entre los psicólogos  que se dedican al estudio de la emoción es ampliamente compartida la idea de que el principal descubridor de esta “disciplina” en la psicología moderna fue William James.

En su célebre artículo “What is an Emotion?”, James sostiene lo siguiente: “Mi tesis es que los cambios corporales siguen directamente a la percepción del hecho desencadenante y que nuestra sensación de esos cambios según se van produciendo es la emoción”. Si por ejemplo caminamos por el bosque y nos topamos de repente con un oso (un ejemplo famoso de James) el encuentro con el oso desencadena en nosotros directamente un patrón de cambios fisiológicos, expresivos y comportamentales: aumenta la presión sanguínea, se nos dilatan las pupilas, temblamos y echamos a correr. La emoción es sólo la sensación que tenemos de esos cambios mientras éstos se producen.

Antonio Damasio (Profesor de neurociencia, neurología y psicología en la Universidad de Southern California. Premio Príncipe de Asturias) retoma las ideas centrales de James pero a diferencia de éste, considera el carácter inteligente de las emociones. Damasio establece una distinción entre emociones y sentimientos: la emoción incluye los aspectos corporales, observables y medibles (la dimensión objetiva de la emoción). Mientras que el sentimiento designa el aspecto mental y privado, no medible y no observable del proceso emocional (dimensión subjetiva). Por lo tanto las emociones corresponderían a patrones específicos de activación fisiológica y comportamental causados por el objeto de la emoción. Además, la emoción incluiría un determinado “estilo de pensamiento”. En la tristeza, por ejemplo, la persona piensa en hechos negativos y tiende a estancarse en ellos, mientras que en la alegría ocurre lo contrario (cf. Damasio 2010 118). Los “sentimientos” corresponderían en cambio a las sensaciones que experimentamos cuando tenemos una emoción. Según Damasio emociones y sentimientos corresponden, desde un punto de vista neurobiológico, a procesos y a mecanismos diferentes, que además surgieron en etapas distintas de la evolución.

Al igual que James, Damasio afirma que, contrario a lo que solemos pensar, los eventos fisiológicos y comportamentales que constituyen las emociones no son una consecuencia de los sentimientos, sino que más bien son la causa de estos. Como James, Damasio también atribuye a las emociones una función adaptativa.

Un contemporáneo de James, Carl Lange (1887), ofrece una aclaración a la teoría jamesiana. Especifica que este cambio se produce en las vísceras del individuo. Este cambio visceral constituye la base de la naturaleza de las emociones según los conductivistas, y corresponde a lo que ahora llamamos sistema nervioso principal. Esta teoría, aclarada por Bernard y Bernard (1932), da inicio a muchas investigaciones psicofisiológicas de las emociones.

Años más tarde, Schachter y Singer (1962) desarrollaron una teoría sobre la naturaleza de las emociones: sostienen que las emociones son una amalgama de estados psicológicos y los resultados de sus causas, es decir, sus consecuencias. El miedo, por ejemplo, es la sensación psicológica de creer que la situación en que nos encontramos puede ser percibida como peligro.

Las emociones son, en definitiva, las respuestas organizadas que hacen intervenir al cerebro y al conjunto del cuerpo ante las situaciones en que el organismo debe actuar rápidamente. Los sentimientos son la expresión de las emociones. (Castillo di Vora, 1993)

La mayoría de los investigadores aceptan que hay cuatro emociones básicas miedo, ira, tristeza y alegría- y que las demás, las secundarias, se originan por combinaciones de estas cuatro. Así, la preocupación, ansiedad y estrés derivan del miedo; la depresión, de la tristeza; y el placer, la felicidad y el amor, de la alegría.

Según la teoría psicológica de las emociones humanas de Paul Ekman (1972) , serían 6 las Emociones Básicas: sorpresa, asco, miedo, ira, alegría y tristeza. Posteriormente, en la década de los 90, amplió esta lista a 16 emociones que se  vinculan con sus recpectivas expresiones faciales ( las 6 emociones básicas iniciales se correspondían con expresiones faciales, que Ekman considera universales), de las cuales no todas están codificadas en músculos faciales (Ekman, 1999): alivio; bochorno; complacencia o contento; culpa; diversión, desprecio o desdén; entusiasmo o excitación; felicidad; ira o rabia; miedo o temor; tristeza; orgullo o soberbia; placer sensorial; repugnancia, repulsa, asco; satisfacción; sorpresa; vergüenza.

Posteriormente, en 1980 Robert Plutchik (psicólogo norteamericano que desarrolló un modelo de las emociones basándose en la Teoría Psicoevolutiva de las Emociones) creó la denominada¨ Rueda de las Emociones¨, compuesta por 8 Emociones Básicas que son: alegría, tristeza, miedo, ira, confianza, asco, sorpresa y anticipación, y las emociones compuestas que serían todas las demás. La aplicación práctica de la rueda de las emociones suele darse en 3 grandes áreas de la psicología: Psicología Educativa, como contenido de aprendizaje y herramienta pedagógica; Psicoterapia, como recurso de autoconocimiento o con fines de orientación clínica y Psicología Laboral, para el adiestramiento de personal y el análisis del clima organizacional. También al considerar las emociones antagónicas, nos ayuda a mejor a identificar las emociones, detectar los eventos que desencadenan las emociones, expresar y usar las emociones asertivamente, encontrar conductas alternativas para satisfacerlas y entender y empatizar con las emociones de los demás.

Entender lo que sentimos y por qué lo sentimos, una mejor comprensión emocional, se traduce en una mayor claridad ante la solución de problemas y la forma en que reaccionamos ante ellos.

En el  gráfico se muestra la Rueda Emocional de Plutchik.

Plutchik clasificó las emociones en dos grandes grupos: Emociones Básicas o Primarias, ubicadas en la circunferencia alrededor del “núcleo” de la rueda y Emociones Compuestas o Secundarias.

Plutchik afirma que las 8 Emociones Básicas (cuya combinación da origen todas las demás), pueden ser agrupadas en 4 pares de polos opuestos:

Alegría es antagónico de Tristeza.

Miedo es antagónico de Ira.

Confianza es antagónico de Asco.

Sorpresa es antagónico de Anticipación.

Entre estas emociones opuestas existen varias etapas o “emociones intermedias” que las separan gradualmente, y se asemejan en mayor o menor medida, de acuerdo a su grado de separación.

La relación de similitud o antagonismo entre las emociones, se ubica en el área de intersección entre los pétalos diametralmente opuestos y los límites de cada circunferencia. Las emociones sin color representan una emoción que es una mezcla de las dos emociones principales. Por ejemplo, anticipación y alegría se combinan para ser optimismo. La alegría y la confianza se combinan para ser amor y el temor y la aprobación se combinan para generar sumisión.

Universalidad de las emociones

Paul Ekman (psicólogo pionero en el estudio de las emociones y su expresión facial. Considerado uno de los cien psicólogos más destacados del siglo XX). recoge tanto las aportaciones de las teorías evolucionistas darwinianas (Darwin, 1872) como las teorías de comunicación social explicadas por Julian Huxley (1914, 1963), para hacer nuevas propuestas no sólo desde una Psicología Social de la Emoción, sino también desde una Psicología Social más antropológica y comunicativa. Desarrolló una lista de emociones básicas a partir de investigaciones realizadas en personas de una tribu de Papúa Nueva Guinea. Observó que los miembros de esta cultura aislada de la Edad de Piedra, son capaces de identificar con un alto grado de fiabilidad, las expresiones emocionales en los rostros (a través de fotografias) de personas de otras culturas con las que no habían tenido contacto.

También eran capaces de adjudicar ciertas expresiones faciales a las descripciones de situaciones específicas. Con esa información, llegó a la conclusión de que algunas expresiones son básicas, o biológicamente universales, en la especie humana.

Paul Ekman encontró que las expresiones faciales de las emociones no son determinadas culturalmente, sino que son más bien universales y tienen, por consiguiente, un origen biológico, tal como planteaba la hipótesis de Charles Darwin (en su libro "El origen de las Especies" concluye que: la expresión de ciertas emociones humanas son innatas y universales, y que nuestras emociones son producto de la evolución y por ende compartidas en cierta medida con otros animales).

Paul Ekman describió "microexpresiones" faciales que, según demostró, pueden utilizarse para detectar las mentiras con cierto grado de confiabilidad, ello como parte del denominado Proyecto Diógenes. También desarrolló el Sistema de Codificación Facial de Acciones (en inglés "Facial Action Coding System" FACS) para clasificar todas las expresiones del rostro humano que sea posible imaginar. Ha publicado investigaciones acerca de una variedad muy amplia de temas dentro del ámbito del comportamiento no verbal.

Sin embargo para Lisa Feldman Barret (catedrática de Psicología por la Northeastern University Boston, Massachusetts), que recibió el premio NIH Director’s Pioneer por su investigación pionera sobre las emociones en el cerebro, las emociones no son universales. En su libro La vida secreta del cerebro (Paidós, 2018), explica que, "Desde una visión clásica, las emociones son productos de la evolución que fueron positivos para la supervivencia hace mucho tiempo y que ahora son un componente fijo de nuestra naturaleza biológica. Como tales, son universales: personas de todas las edades y culturas, y de cualquier parte del mundo, deberían experimentar la tristeza más o menos como nosotros, porque nadie cree que el rostro, el cuerpo y la actividad cerebral sean exactamente iguales cada vez que alguien esté triste. El ritmo cardíaco, la respiración y el flujo sanguíneo no siempre cambian en la misma medida. Y puede que una persona frunza el ceño un poco menos por casualidad o por costumbre. Así pues, se cree que la parte primitiva de nuestro cerebro quiere que digamos al jefe que es un idiota, pero nuestra parte deliberativa sabe que si lo hiciéramos nos despediría y por eso nos contenemos. Esta especie de batalla interior entre la emoción y la razón contribuye a definirnos como seres humanos: sin racionalidad no somos más que animales guiados por emociones".

Lisa Feldman Barret  continúa diciendo que: "las emociones no son monolíticas, sino que están hechas de componentes más básicos; que en lugar de ser universales varían de una cultura a otra; que no son provocadas sino que las creamos nosotros; que surgen de una combinación entre las propiedades físicas del cuerpo, un cerebro flexible cuyas conexiones reflejan el entorno en el que se desarrolla, y la cultura y la educación que ofrecen ese entorno. Las emociones son reales, en el sentido en que lo es el dinero, es decir, no son una ilusión, pero sí un producto del consenso humano. Es lo que denomina «teoría de la emoción construida»".

Según dicha teoría, las emociones no son algo que nos pasa. Al contrario, nosotros las creamos. Creamos nuestras emociones a partir de sensaciones corporales, experiencias pasadas, y de aprender conceptos emocionales de nuestros padres y nuestra educación cultural. En resumen, nuestras emociones no son reacciones al mundo, sino una invención de nuestro cerebro para explicar la causa de nuestras sensaciones y acciones.

Si una persona se criara en una reclusión de aislamiento, con suficiente comida y agua para sobrevivir, pero ninguna interacción social, no tendría emociones. Sentiría cosas, podría ver los objetos en su habitación, tener dolores de estómago y percibir el latido de su corazón. Pero sin las aportaciones de la sociedad para decirle lo que significan sus sensaciones corporales, las sentiría sólo como un afecto, un término para la experiencia cruda del sentimiento.

La teoría de Barrett sobre las emociones construidas, de la que escribe en su nuevo libro How Emotions are Made: The Secret Life of the Brain, contradice la visión clásica de la emoción que ha persistido durante dos mil años. En el modelo clásico, tus emociones ya están incorporadas a ti. Una persona que creció totalmente sola tendría las mismas emociones complejas que cualquier otra, porque ya nació con ellas. Cuando Barrett empezó a buscar estas emociones universales, no las pudo encontrar. Ni en las expresiones faciales, ni en la respuesta fisiológica ni en la activación cerebral.

En similitud con el estudió que realizó Paul Ekman en los años 70, la estudiante de posgrado de Barrett, María Gendron, viajó a Namibia para ver si los sujetos de prueba de la cultura aislada de Himba clasificarían las expresiones faciales y las vocalizaciones en las mismas categorías de emoción que tienen en Estados Unidos. Allí, y en viajes posteriores a otros grupos, incluyendo comunidades de cazadores recolectores en Tanzania, encontró que las personas clasificaron las emociones de manera diferente que nosotros, y etiquetaron las fotos de las expresiones faciales planteadas de manera diferente, muchas veces etiquetándolas más bien como comportamientos.

El laboratorio de Barrett también realizó un metaanálisis de 100 estudios de neuroimagen sobre la ira, el enojo, la felicidad, el miedo y la tristeza. Cubrió 1300 temas de prueba en un periodo de tiempo de 20 años. Lo que encontraron apoyó sus hipótesis: no había ninguna región del cerebro que de manera consistente tuviera una "huella digital" para cualquier emoción.

Escribe Barrett en su libro. "Tu cerebro no fue programado por la naturaleza para reconocer las expresiones faciales y otras cosas a las que llaman demostraciones emocionales y para que después de manera reflexiva actúes sobre ellas. La información emocional está en tu percepción. Nuestros cerebros sienten los cambios sensoriales en nuestros cuerpos. Pero damos diferentes significados a esas sensaciones corporales dependiendo del contexto. Si saliste a correr y tu corazón comenzó a latir rápido, no te preocuparías. Pero si estuvieras leyendo este artículo, y tu corazón empezara a latir rápido y empezaras a sudar, te preocuparías y le hablarías a una ambulancia".

RECOMENDACIONES Y BIBLIOGRAFIA EMPLEADA.

https://www.researchgate.net/publication/324546324_CEREBRO_EMOCIONAL_EDUCACION_EMOCIONAL_Y_EXPRESION_CORPORAL

https://www.investigacionyciencia.es/files/31020.pdf

http://www.ubiobio.cl/miweb/webfile/media/194/v/v18-2/03.pdf

https://www.amazon.es/vida-secreta-del-cerebro-construyen/dp/844933425X/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&crid=2RR2KLRQYZ9IM&dchild=1&keywords=lisa+feldman+barrett&qid=1613945560&sprefix=lisa

https://www.amazon.es/Siete-lecciones-media-cerebro-Contextos/dp/8

https://www.amazon.es/rostro-las-emociones-bolsillo-FICCION/dp/849296698X/ref=sr_1_1?

__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&crid=1VCR99IEQEA24&dchild=1&keywords=paul+ekman&qid=1613945600&sprefix=paul%2Ca

https://media.proquest.com/media/hms/PFT/1/ifqp9?_s=XeXcabhYg0o5bE%2BB6CJMyvUsb8A%3D